Por Michelangelo Buonarroti
.
Cuando al siervo el señor con áspera cadena
sin otra esperanza en cárcel tiene preso,
tanto se habitúa a su mísero estado
que apenas llega a reclamar ser libre.
Aun al tigre o la sierpe el hábito refrena,
y hasta al fiero león en las selvas nacido;
y el nuevo artista cansado del trabajo,
habituándose al sudor amengua su fatiga.
Mas a imagen tal el fuego no se une;
pues si el humor de un leño verde apaga
al frío viejo lo calienta y nutre,
y tanto en verde edad lo torna y estimula,
renueva e inflama, alegra y hace joven,
que con su aliento amor alma y corazón ciñe.
Y si se burla o finge,
quien dice que es vergüenza en la vejez
amar a un ser divino, seguro miente.
El alma que no sueña,
no peca por amar las cosas naturales,
utilizando peso, término y medida.
.
.
Reaparición de la obsesión Miguelangelesca de sentirse viejo. Parte del soneto desarrolla la ides de que el amor (por fuego) abate al joven, pero nutre y rejuvenece al viejo.